5.6.13

Un día de estos

Entra la estación de los suicidios masivos. Millones de gotas se matan, lanzándose de sus suavecitas nubes contra la lejana tierra estrellándose contra el asfalto, latas de zinc, automóviles, cabezas de desprevenidos transeúntes, paraguas, etc.
Mientras la calle se inunda y el aire se empapa de ese clásico olor a "lluvia", Gerardo estaba mirando por la ventana de cuartucho acariciando a su gata y masticando algún recuerdo de esos que dejan un sabor amargo. Nunca pudo superar la pérdida de su amano Nube. Todavía recuerda cuando la llamaron de la morgue para que reconociera aquel cuerpo quemado y del cual solo pudo reconocer el diente de oro. Ella no pudo digerir el hecho de que él se fuera con la Putiyis y que ésta, en un acto maquiavélico, lo quemara mientras dormía la borrachera. Dicen los médicos que Nube no se dio cuenta de nada. Que no sufrió. Quién ahora sufre es ella, Gerardo. Se quedó sola como los edificios de Chernobyl. Ya no tenía quien la hiciera reír, llorar, sentir un abrazo o un profundo desprecio. Gerardo estaba destruida y no había quien o qué la sacara de ese estado.A duras penas iba a trabajar mas que todo por darle comida a la Rosca... si por ella fuera se dejaría morir de hambre o como lo había pensado muchas veces, se inmolaría en el Parque de la Merced en honor a su amado Nube (la verdad era que estaba harta de esa vida de puteros, drogas y pleitos con clientes majaderos, de desesperanza como plato de todos los días). 
Un día de estos, regalará a la Rosca a doña Nieve y ya sin nada ni nadie que dependa de ella, se dirigirá a algún punto alto, que le permita imitar a las gotas de lluvia que mira entre lágrimas en este preciso momento...

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