5.11.09

Tan muerto, tan sin vida...

Hoy San José no se levantó. Sus vecinos lo extrañaron en el desayuno de carreras de las secretarias y de niños llegando tarde a la escuela. San José se quedó en su habitación con las cortinas cerradas, con el tele apagado. La habitación estaba quita, engañosamente pacífica. Pero San José estaba sumido en el mas recalcitrante infierno, en su cabeza rebotaban como pesados balines la voz del niño, los ladridos del fantasma del perro, los recuerdos buenos y malos. Hoy San José amaneció nublado y lluvioso, frío y oscuro. Su lluvia no para de caer, es torrencial porque sale desde lo mas profundo de sus nubes, es un aguacero salobre, convulsivo, como llanto de niño.

Uno de sus vecinos tocó en su puerta y San José respondió con una voz quebrada inaudible. Los vecinos optaron por dejarlo en su cuarto.

Una mano le acomodó el cabello y unos labios besaron los suyos... Era su amiga, la que se lleva a los desentendidos de la vida.

San José ni cuenta se dio, que la Muerte se lo llevó...