28.11.08

Estertores de un viejo moribundo

Alguien preguntó que cómo seguía el viejo. Por ahí respondiéron que estaba mal, que no le daban mucho tiempo. Lo tenían lleno de tubos, mangueras y sondas. A duras penas respiraba y de comida le daban un líquido lechoso todas las tardes, despues de las dos. Ya ni abría los ojos, cosa que hacía la semana anterior. Sin embargo podía recordar. Algo que nadie llegó a saber nunca. Solo uno de los que todos los días lo pasaba a ver sabía, por alguna extraña razón, lo que estaba recordando.

Un día recordó cuando nació. cuando era un bebé que lo arroparon todo con besos y bendiciones. Recuerda mucho la sonrisa de su madre, lo inmensamente feliz que estaba ella con él en sus brazos. Cómo su padre, en su pedestal de seriedad tambien dejaba ver un rayo de alegría. El viejo siempre fue como frío, pero San José supo toda la vida que su padre lo amaba plenamente. Era un viejo un tanto aparte, pero cuando estaban a solas dejaba salir un poquito ese enorme amor que sentía por él. Lo chienaba de una manera extraña, de una forma que nadie conocía. Cuando era un bebé, cuando todo comenzaba... era bonito.
Otro día recordaba como conforme iba creciéndo, sus padres se distanciaban. Ya no eran aquella familia que pasaba feliz un domingo en la casa, viendo tele y comendo cualquier cosa. Ya entonces una veta de frío se coló en aquella otrora famila feliz llena de sueños y metas futuras. Esa familia se fue secando como una flor vieja, estando aun jóven. San José una vez sintió un "hueco" en el estómago... Fue cuando una noche de domingo, les dijo a sus padres que se iba. Mamá lloró un llanto ensayado, papá le clavó una mirada llena de tristeza disfrazada de furia. Fue entonces cuando San José, sin dejarlos decir una palabra, trajo tras de sí el sonido inconfundible de una puerta que se cierra para siempre.

Alguien preguntó que como seguía el viejo y esta vez nadie respondió.

Una fría noche de finales de Noviembre... San José murió.







3.10.08

Chana

En un leve parpadear, San José se sintió extraño hoy cuando se levantó. Revisó todo su espacio y aparentemente todo esta en su lugar. Lo roñoso de las paredes estab en su sitio, la humedad de los rincones en los urinales de La Embajada, los cartones malolientes otrora buscadas camas en la madrugada. Chana gritando como loca en el parque de las Garatías Sociales que Dios esta cerca, que los volcanes, que el brujo de sombrero de pico, que la dejen andar chinga, que yo no se que más. Carlitos se estira en su cama, se sacude la naríz y se saca un moco blanco enorme. La cabeza la siente reventar, la luz que entra por la ventana le punza las córneas y la garganta la tiene como una lija. Se levanta y se asoma por la ventana de la cuarteria donde vive y ve a Chana en esas fachas.
Escupe y se va a buscar un vaso con agua mientras los gritos de Chana se hacen cada vez menos molestos. Carlitos se mete al baño compartido donde alguien siempre caga pero no hala la cadena y siempre esta ese olor a mierda fría y añeja. Se baña. El agua esta helada, pero asi se le adormece un poco la goma moral que padece desde hace años los sabados y domingos. Sale hacia su cuarto, se viste y cuando sale a la calle Chana ya no esta y un perro olfates los calzones viejos y huequeados de lo vieja loca que no tiene edad.
Esto es solo una ínfima muestra de lo que San José tiene en su piel todos los días: esos ácaros molestos que lo picna unos con palas, otros con taladros de aire para romper su epidermis dura y negra, algunos como Chana lo torturan con sus vidas enfrascadas en un sin sentido perenne...

Otros, como el niño que una vez murió de frío por el Correo porque nadie quizo aceptar lo que ofrecía, pensando que estaba pidiendo...

Aún así, San José no encontró lo que sentía que le hachía falta esa mañana.


2.10.08

Morning

Una golfídea perdida daba tumbos contra las cavidades internas de alguna de las venas asfálticas principales de San José. La noche aun habita en su fuero interno y el día (son las 11.34 a.m.) ve imposible entrar a barrer y sacudir el polvo de sus orificios.
A tres cuadras al sur de donde la golfídea decidió sentarse, una hermosa playa de arenas blancas y enormes palmeras veia su nacimiento en el sueño ininterrumpido de Juancito. Si! Arenas blancas, palmeras grandes, cocos llenos de agua, una piscina fría y...

Oiga macho! Levántese!! No puede estar ahi!

Juancito se levantó tambalenate debido a la goma/tanda y la falta de sueño cómodo, algo que los 5 años de vivir en las calles no le daban jamás. Caminó hacia el Este (jueputa goma más brava) buscando alguna fuente de donde tomar agua y de paso algun parroquiano que le preste plata. Al final llegó a una fuente y tomó prestada una billetera de alguien que no recuerda donde le conoció.

El sol pesado llamó a unas negras nubes con las panzas abotagadas deseosas de soltar ese martirio. En un abrir y cerrar de ojos, pasó un ventolero y se llevó el sol, los papeles de la acera y trajo un mundo gris, frío y solitario.. algo a lo que Juan estaba acostumbrado...

Allá por las paradas de La Florida de Tibás, la golfídea entraba en shock mientras hacia la fila del bus, víctima de una desenfrenada noche con un tal Giancarlo... Las gentes de caras frígidas se hicieron a un lado para no estorbarle en su glorioso camino hacia la eternidad.

San José

Hoy San José estaba dormido cuando lo atropelló la mañana con su escándalo de transporte público y borrachos engomados en los parques. Anoche estuvo fría la ventizca y húmedos los rincones. Una puta cruzó la calle sin evitar el bumper de un bus de Sabanilla y tiñó de carmesí rey una de las venas asfálticas de San José. Los robotcillo andaban como locos por el Museo Nacional con un cel nuevo que se encontraron en el bolsillo de un transeúnte atento a los asaltos y Juan terminaba de tirarse un polvete en el Parque Nacional que lo dejó exhausto y sin poder sentarse como los señoritos.
Ergo... San José cayó en el sopor de todas las noches... lo que él llama dormir.

Hoy

Hoy San José se levantó de malas pulgas... le duelen los tacones de las secretarias le duelen mas que de costumbre y las meadas en los rincones huelen más que nunca.