17.9.10

La mañana y Nube

Hoy se levantó sintiéndose diferente. Lo notó porque era temprano, porque abrió la cortina del cuartillo donde vivía sobre la Av. 5 y pudo ver el camión de la basura que nunca veía, irrigar las calles con su caldo de mil olores. Un suspiro llenó sus pulmones viejos, tapizados de tabaco y eso le produjo tos. Escupió fuerte y encendió un cigarrillo como desayuno. Caminó hacia su armario, abrió la puerta que todavía se aguantaba los recuerdos que colgaban de ella y se puso a escoger la ropa para este día.
Sabía que en San José había fiestas. Entonces debería ponerse algo lindo, pero fresquito porque el día ofrecía cielo azul y hombros quemados. Y mientras buscaba, un recuerdo se cayó y le dio en la cabeza. Se quedó mirándolo como con miedo y deseos de tomarlo con ternura. Una diminuta lágrima se le zafó y cayó en el recuerdo seco y polvoriento y eso bastó para que muy despacito éste se fuera convirtiéndo en un telón y sobre éste, un segmento prohibido de su vida se viera proyectado: su amado Nube. Y el recuerdo fue cobrando más vida, conforme más hilillos salobres se perdían en el abismo de su pecho. Su amado Nube. Casi lo podía tocar, si hubiera estirado la mano, pero una tomó a la otra y no se soltaron. "Nube..." se dejó decir. Luego tomó el recuerdo, lo secó y lo guardó en su lugar.
Escogió un lindo vestido de esos que venden en la Plaza de la Cultura, se metió al baño que era compartido (donde siempre encontraba el servicio sucio, "puercos indecentes esos" decía con furia) y veinte minutos despues lucía radiante frente a un pedazo de espejo que había rescatado de un lote valdío al sur de San José.
Esa mañana sonrió y salió feliz. Esa mañana, Gerardo se sentía particularmente hermosa...

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